sábado, 27 de febrero de 2010

La trama, el nudo...

En las actividades anteriores, hemos escrito distintos principios y finales de una hipotética historia. Nos queda el nudo, el desarrollo del relato.

Ahora toca desarrollar la historia. Para ello, podéis probar con distintos géneros. Elegid de la siguiente lista, el tipo de relato que queréis escribir. No os asustéis, sólo debéis escoger una opción...


- Relato policiaco.
- Relato humorístico.
- Relato erótico.
- Relato histórico.
- Relato psicológico.
- Relato de aventuras.




El despacho del inspector Ramírez era frío e impersonal, las paredes estaban desnudas y la pintura que las cubría, que en su día fue blanca, ahora tenía una tonalidad gris como el pigmento de su piel. El hedor que se respiraba en toda la habitación era casi insoportable. Tenía un cenicero repleto de colillas de Habanos, seguro que estaba enfermo, aseguraría que era un mal, asociado a su tabaquismo. Su escritorio estaba abarrotado de expedientes y carecía de detalles personales. Me dio la sensación que era un hombre taciturno que se marchitaba día a día entre decenas de expedientes sin resolver.

El inspector me dejó echar un vistazo a los informes de los tres casos que componían el asunto Herrera. Después de una mañana dentro de ese cuchitril examinando expedientes, salí a la calle con el ánimo por los suelos. Me dirigí al Club Piano, el mejor lugar para tomar un vermut negro, con el toque exacto de ginebra y con dos aceitunas rellenas. No dejaba de dar vueltas a los tres suicidas. El caso que más me sorprendió fue el del señor Guillamet. Aparentemente su existencia era plena, tenía una familia unida, un negocio que marchaba y gozaba de un círculo de amistades amplio y sólido. Hojeando las llamadas de los últimos meses, me invadió un calor en las mejillas y se me aceleró el pulso. No me podía creer lo que había visto ¡era el teléfono de Gerardo!, no el actual, sino el que habíamos cambiado por su cabezonería. Él me convenció de que los móviles de prepago no eran los idóneos para una empresa como la nuestra. Pero por suerte, mi memoria fotográfica me alertó, los dos móviles de prepago no los habíamos utilizado pues teóricamente los intercambió por los actuales. Pero, ¿por qué Gerardo había estado en contacto con Guillamet? Y lo que era más inaudito, ¿por qué no me lo había contado? ¿qué escondía mi socio?

Con el paso de los años Gerardo se había transformado en un hombre ambicioso y exento de conciencia, sólo quería triunfar y no le importaba a quien tuviese que pisotear en el camino. No sé en qué momento empezó a cambiar. Al comenzar nuestra sociedad éramos dos jóvenes ilusionados con un proyecto sin grandes ambiciones, deseábamos descubrir tramas indescifrables y ayudar a la gente. Quizá era una utopía, ahora con el paso de los años me doy cuenta que en este mundillo, la mayoría de las veces destruyes a la gente, entras en su vida, sacas sus trapos sucios a la luz. Al fin y al cabo ¿quién no tiene algún secreto inconfesable?

Durante los días posteriores estuve indagando a Guillamet, descubrí que su vida no era tan prefecta al profundizar en su matrimonio. La señora Guillamet era veinte años más joven que el difunto. Pude comprobar que se trataba de una mujer muy bella, su vida transcurría en las tiendas de la zona pija de Barcelona y en un Club en el opulento barrio de Pedralbes. Pero no la podía acusar por tener una vida vacía y no aparentar ser una viuda apenada por la pérdida de su esposo. Tampoco lograba conectar a Gerardo con los Guillamet y eso me traía de cabeza, eso y representar el papel de mi vida. Mi socio no debía percatarse de mis sospechas, pero tampoco era conveniente un exceso de simpatía. Gerardo era perspicaz y me descubriría si no andaba con pies de plomo.

Un mediodía, mientras mordía las aceitunas del vermut, tuve un flash. Recordé el día en que Gerardo me propuso que llevara el caso. En ese momento lo entendí todo, ¿cómo había estado tan confundida? Me habían lanzado un cebo y yo lo había mordido sin vacilar ¡qué ciega y qué lerda! Salté del taburete y me dirigí al despacho, llegué sin aliento y entré en el despacho a oscuras ¿dónde estaban todos? Me senté en el despacho de Gerardo y comprobé que mis temores no eran infundados. Decidí escribir a Lola para tener un seguro de vida, en caso de que mi plan no funcionara. En realidad necesitaba compartir con alguien mi descubrimiento. Me dispuse a salir, pero un ruido seco salió de mi despacho, como si se hubiese caído algo pesado al suelo. ¿Quién podía ser? Estaba segura que estaba sola. Decidí entrar y comprobar qué pasaba. Desenfundé mi veintidós, cerré la luz y di un portazo, simulando que me había marchado. Los ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la oscuridad del despacho, me deslicé con la espalda pegada a la pared hasta llegar a la puerta de mi despacho. Empuje la puerta con violencia y en ese instante me sentí, otra vez, como una tonta. Había alguien en mi despacho, eso estaba claro, pero detrás de mí también. En decimas de segundo pasaron por mi mente varios pensamientos como ráfagas de luz, sentí un dolor agudo en la nuca, al instante todo oscureció.


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